Nota 40
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
TREATISE ON SPIRITUAL LIFE
[TRATADO SOBRE LA VIDA ESPIRITUAL]
Por el Reverendo D. A. Donovan, O. CIST.
Es una traducción auténtica del latín original de 1893, por Monseñor Charles Joseph
Morozzo quien era el Abad Cisterciense y Obispo de Bobbio, Italy. Es la primera
traducción al inglés desde que esta obra fué publicada hace más de dos siglos.
Juicios Temerarios
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
TREATISE ON SPIRITUAL LIFE
[TRATADO SOBRE LA VIDA ESPIRITUAL]
Por el Reverendo D. A. Donovan, O. CIST.
Es una traducción auténtica del latín original de 1893, por Monseñor Charles Joseph
Morozzo quien era el Abad Cisterciense y Obispo de Bobbio, Italy. Es la primera
traducción al inglés desde que esta obra fué publicada hace más de dos siglos.
Juicios Temerarios
Este autor dice que todos somos propensos a juzgar temerariamente los dichos y hechos de otros. Hay quienes juzgan a su prójimo pensando que al humillarlo, ellos mismos son exaltados. Esta clase de personas se deleitan en investigar las vidas de otros, haciéndose así populares con quienes tienen oídos para el chisme. Sólo Dios ha de juzgar y nosotros no debemos invadir sus derechos. “No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados…” (Lc. 6:37)
El autor nos dice que evitemos la curiosidad y los asuntos de otros que no nos conciernen. Si un crimen se ha cometido, debemos excusar la intención y atribuir el mal a una tentación fuerte o flaqueza. Quizá Dios ya ha perdonado a quien nosotros estamos condenando.
Otro error de juicio, dice el autor, es el sospechar que otros nos desprecian. Para liberar la mente de este vicio, recordemos esta declaración, “Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo” (Gal. 1:10). Por otra parte, no debemos dar a los demás ocasión de hablar mal de nosotros. “Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano” (1Cor. 4:3). Después de todo, el juicio de los hombres no nos hace mejores ni peores.
El autor nos dice que evitemos la curiosidad y los asuntos de otros que no nos conciernen. Si un crimen se ha cometido, debemos excusar la intención y atribuir el mal a una tentación fuerte o flaqueza. Quizá Dios ya ha perdonado a quien nosotros estamos condenando.
Otro error de juicio, dice el autor, es el sospechar que otros nos desprecian. Para liberar la mente de este vicio, recordemos esta declaración, “Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo” (Gal. 1:10). Por otra parte, no debemos dar a los demás ocasión de hablar mal de nosotros. “Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano” (1Cor. 4:3). Después de todo, el juicio de los hombres no nos hace mejores ni peores.
Derechos de Autor, Copyright © 2015 & 2016