Nota 7
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
HUMILITY OF HEART
[HUMILDAD DE CORAZÓ N]
Por el Padre Cajetano Maria da Bergamo, Cap.
Traducido al inglés por el Cardenal Herbert Vaughan, Arzobispo de Westminster, Maryland,
del italiano de la Edición Monza. Contiene el Prefacio, Introducción y pensamientos del
Cardenal. El Padre Cayetano fue uno de los grandes misioneros italianos del siglo XVIII. El
Papa Benedicto XIV dijo que sus obras tienen una “cualidad poco común” que “satisface al
intelecto y al corazón” sin detrimento de “la solidez de su doctrina.”
La Humildad
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
HUMILITY OF HEART
[HUMILDAD DE CORAZÓ N]
Por el Padre Cajetano Maria da Bergamo, Cap.
Traducido al inglés por el Cardenal Herbert Vaughan, Arzobispo de Westminster, Maryland,
del italiano de la Edición Monza. Contiene el Prefacio, Introducción y pensamientos del
Cardenal. El Padre Cayetano fue uno de los grandes misioneros italianos del siglo XVIII. El
Papa Benedicto XIV dijo que sus obras tienen una “cualidad poco común” que “satisface al
intelecto y al corazón” sin detrimento de “la solidez de su doctrina.”
La Humildad
El autor nos dice que si no somos humildes, no podremos ser salvados y si no caminamos en el camino de la humildad, más vale que dejemos de anhelar el paraíso, porque la humildad es el único camino que nos lleva a él. Nos dice que seamos agradecidos con quien nos humilla, pues está cooperando con la misericordia divina para realizar nuestra salvación eterna. Aunque él no esté pensando en nuestra salvación al ofendernos, podemos usar esta ocasión para practicar esta virtud maravillosa de la humildad. De acuerdo al mundo, debemos repulsar un insulto con ira, pero el Evangelio nos dice que lo aceptemos con prudencia, mansedumbre y paciencia.
El autor dice que las palabras del Señor, “Están en el mundo sin ser del mundo”, lo asustan de muerte, porque significan que debe separarse del mundo para que Jesús interceda por él. Y las palabras del mismo Cristo, “No ruego por el mundo, sino por los que no son del mundo.” En otras palabras, si somos del mundo Dios nos excluye de Su reino. Es imposible servir a Dios y al mundo. No podemos ser humildes y soberbios al mismo tiempo.
El autor nombra algunas cosas de este mundo por las que podemos volvernos soberbios: salud robusta, fuerza física, erudición, elocuencia y dones adquiridos por el estudio y el arte. Otros se enorgullecen de sus riquezas, posesiones, nobleza, rango o a cuenta de sus virtudes. Estamos endeudados con Dios por habernos dado tales dones, no importa cuanto hayamos trabajado para obtenerlos. Debemos usar estos dones de Dios de una manera agradable a Dios, dándole toda la gloria que le pertenece.
La misma humildad es un don de Dios; nadie puede tenerla a menos que Dios se la dé; y el autor continúa recordándonos que no hay excusa para no tenerla, porque se nos ha enseñado a pedirla. El que se considera santo deja de serlo. La humildad es el conocernos a nosotros mismos tal y como somos, viendo la diferencia entre el Creador y nosotros. Sin El somos nada. La satisfacción de uno mismo rápidamente nos hace desagradables a Dios. Recordemos esta oración “Señor Jesús, dame un corazón humilde y contrito.”
El autor dice que las palabras del Señor, “Están en el mundo sin ser del mundo”, lo asustan de muerte, porque significan que debe separarse del mundo para que Jesús interceda por él. Y las palabras del mismo Cristo, “No ruego por el mundo, sino por los que no son del mundo.” En otras palabras, si somos del mundo Dios nos excluye de Su reino. Es imposible servir a Dios y al mundo. No podemos ser humildes y soberbios al mismo tiempo.
El autor nombra algunas cosas de este mundo por las que podemos volvernos soberbios: salud robusta, fuerza física, erudición, elocuencia y dones adquiridos por el estudio y el arte. Otros se enorgullecen de sus riquezas, posesiones, nobleza, rango o a cuenta de sus virtudes. Estamos endeudados con Dios por habernos dado tales dones, no importa cuanto hayamos trabajado para obtenerlos. Debemos usar estos dones de Dios de una manera agradable a Dios, dándole toda la gloria que le pertenece.
La misma humildad es un don de Dios; nadie puede tenerla a menos que Dios se la dé; y el autor continúa recordándonos que no hay excusa para no tenerla, porque se nos ha enseñado a pedirla. El que se considera santo deja de serlo. La humildad es el conocernos a nosotros mismos tal y como somos, viendo la diferencia entre el Creador y nosotros. Sin El somos nada. La satisfacción de uno mismo rápidamente nos hace desagradables a Dios. Recordemos esta oración “Señor Jesús, dame un corazón humilde y contrito.”
Derechos de Autor, Copyright © 2015 & 2016
Bergamo, Fr. Cajetan Mary Da, Cap., Humility of Heart [Humildad de Corazón]. Traducido por el Cardinal Herbert Vaughan, Arzobispo de Westminster, Maryland, del italiano de la Edición Monza de las Obras del Padre Cayetano María De Bérgamo. Rockford, Illinois: reproducido de la Edición de 1944 de Newman Bookshop por Tan Books And Publishers, Inc., 1978.