Nota 118
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
PROGRESS THROUGH MENTAL PRAYER
[PROGRESO POR MEDIO DE LA ORACIÓN MENTAL]
Por el Reverendo Edward Leen, C.S.Sp, M.A., D.D.
Fue profesor en el Seminario Mayor de Dublín; se desempeñó bajo el Obispo
Joseph Shanahan en Nigeria, y fue presidente de la Universidad Blackrock, en Dublín.
Mortificaciones
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
PROGRESS THROUGH MENTAL PRAYER
[PROGRESO POR MEDIO DE LA ORACIÓN MENTAL]
Por el Reverendo Edward Leen, C.S.Sp, M.A., D.D.
Fue profesor en el Seminario Mayor de Dublín; se desempeñó bajo el Obispo
Joseph Shanahan en Nigeria, y fue presidente de la Universidad Blackrock, en Dublín.
Mortificaciones
Este autor, el Rev. Leen, nos da el siguiente consejo sobre la mortificación.
Mortificar los ojos no mirando por pura curiosidad. Podemos contemplar la belleza divina en las criaturas que vemos.
Mortificar el sentido del oído cerrando los oídos a lo que solamente agrada o halaga. No escuchar lo que causa vanidad, amor propio o cualquier cosa que sea favorable para nosotros o desfavorable a los demás. Debemos reprimir la curiosidad de oír cosas que bien haríamos en no oír. No debemos buscar noticias porque nos causan distracciones en la oración. A veces será necesario tomar parte en conversaciones cuyo propósito es la recreación. Podemos practicar la mortificación siendo buenos oyentes. A causa de la caridad, no siempre podemos huir de las conversaciones que no son edificantes; pero podemos cambiar el tema en vez de de ser arrastrados en él. Debemos controlar nuestro deseo de oír música y cerrar los oídos a todo lo que es sensual. No debemos permitir a la imaginación el placer de oír otra vez la música que nos gusta.
Mortificar el gusto no solamente ayunando, sino recordando lo que San Francisco de Sales dice, que es mejor tomar lo que se nos presente, en vez de escoger lo peor. No debemos tomar alimento fuera de las horas de comida; se reconoce que la persona que lo hace, no tiene gran mortificación.
Mortificar el tacto, no permitiéndonos ningún toque que cause una gratificación sensible, aunque no sea pecaminoso. Debemos practicar el sentarnos, estar de pie o caminar, con el cuerpo en la posición apropiada. Podemos tomar una posición de descanso, pero sin estar tumbados. No debemos quejarnos del clima o las incomodidades del frío o el calor. Todo esto nos ayuda a soportar bien la enfermedad y a no tener una preocupación excesiva por nuestra salud. Nos dice que no tenemos que debilitar el cuerpo, sino hacerlo útil para el alma. No debemos privar al cuerpo de lo que necesita, sino de lo que es excesivo.
El Reverendo Leen nos dice que, una vez que ya estemos mortificados, debemos dirigir nuestro esfuerzo contra la imaginación. En el momento presente no debemos pensar en lo que anticipamos que ocurrirá en el futuro. Tampoco debemos disfrutar otra vez lo que nos dio placer en el pasado, ni temer o inquietarnos por lo que ya ha sucedido. Esto sería usar la imaginación de manera deficiente, aunque sí es correcto recordar y planear lo que es útil o necesario. Sin embargo, el soñar despierto por lo general termina en pecado. Si se excluyen de la imaginación las imágenes que nos dan placer y se retienen las que ayudan a nuestra vida intelectual y espiritual, el control de la razón será fácil.
El Reverendo nos dice que necesitamos un método en nuestro trabajo. Dice que si permitimos un tiempo limitado para estudios legítimos que satisfacen y suficiente tiempo para los que son necesarios, nuestra inteligencia estará bien mortificada. Los sentidos y la imaginación serán puestos bajo el control de la razón y la razón es controlada por la voluntad. La voluntad se mueve obedientemente a la orden de la Voluntad Divina. Ni siquiera nuestros parientes más cercanos verán nada fuera de lo ordinario, y esto ayuda a preservarnos del orgullo.
Mortificar los ojos no mirando por pura curiosidad. Podemos contemplar la belleza divina en las criaturas que vemos.
Mortificar el sentido del oído cerrando los oídos a lo que solamente agrada o halaga. No escuchar lo que causa vanidad, amor propio o cualquier cosa que sea favorable para nosotros o desfavorable a los demás. Debemos reprimir la curiosidad de oír cosas que bien haríamos en no oír. No debemos buscar noticias porque nos causan distracciones en la oración. A veces será necesario tomar parte en conversaciones cuyo propósito es la recreación. Podemos practicar la mortificación siendo buenos oyentes. A causa de la caridad, no siempre podemos huir de las conversaciones que no son edificantes; pero podemos cambiar el tema en vez de de ser arrastrados en él. Debemos controlar nuestro deseo de oír música y cerrar los oídos a todo lo que es sensual. No debemos permitir a la imaginación el placer de oír otra vez la música que nos gusta.
Mortificar el gusto no solamente ayunando, sino recordando lo que San Francisco de Sales dice, que es mejor tomar lo que se nos presente, en vez de escoger lo peor. No debemos tomar alimento fuera de las horas de comida; se reconoce que la persona que lo hace, no tiene gran mortificación.
Mortificar el tacto, no permitiéndonos ningún toque que cause una gratificación sensible, aunque no sea pecaminoso. Debemos practicar el sentarnos, estar de pie o caminar, con el cuerpo en la posición apropiada. Podemos tomar una posición de descanso, pero sin estar tumbados. No debemos quejarnos del clima o las incomodidades del frío o el calor. Todo esto nos ayuda a soportar bien la enfermedad y a no tener una preocupación excesiva por nuestra salud. Nos dice que no tenemos que debilitar el cuerpo, sino hacerlo útil para el alma. No debemos privar al cuerpo de lo que necesita, sino de lo que es excesivo.
El Reverendo Leen nos dice que, una vez que ya estemos mortificados, debemos dirigir nuestro esfuerzo contra la imaginación. En el momento presente no debemos pensar en lo que anticipamos que ocurrirá en el futuro. Tampoco debemos disfrutar otra vez lo que nos dio placer en el pasado, ni temer o inquietarnos por lo que ya ha sucedido. Esto sería usar la imaginación de manera deficiente, aunque sí es correcto recordar y planear lo que es útil o necesario. Sin embargo, el soñar despierto por lo general termina en pecado. Si se excluyen de la imaginación las imágenes que nos dan placer y se retienen las que ayudan a nuestra vida intelectual y espiritual, el control de la razón será fácil.
El Reverendo nos dice que necesitamos un método en nuestro trabajo. Dice que si permitimos un tiempo limitado para estudios legítimos que satisfacen y suficiente tiempo para los que son necesarios, nuestra inteligencia estará bien mortificada. Los sentidos y la imaginación serán puestos bajo el control de la razón y la razón es controlada por la voluntad. La voluntad se mueve obedientemente a la orden de la Voluntad Divina. Ni siquiera nuestros parientes más cercanos verán nada fuera de lo ordinario, y esto ayuda a preservarnos del orgullo.
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