Nota 66
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
TREATISE ON THE LOVE OF GOD - The Works of this Doctor of the Church
[TRATADO SOBRE EL AMOR DE DIOS - Las Obras de este Doctor de la Iglesia]
Por San Francisco de Sales
Este santo Obispo de Génova dejó escritos, cartas y otras obras que han
sido manantiales de luz para innumerables personas. Traducido del
francés antiguo por el Reverendo Henry Benedict Mackey, O.S.B.
Concupiscencia
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
TREATISE ON THE LOVE OF GOD - The Works of this Doctor of the Church
[TRATADO SOBRE EL AMOR DE DIOS - Las Obras de este Doctor de la Iglesia]
Por San Francisco de Sales
Este santo Obispo de Génova dejó escritos, cartas y otras obras que han
sido manantiales de luz para innumerables personas. Traducido del
francés antiguo por el Reverendo Henry Benedict Mackey, O.S.B.
Concupiscencia
Este santo continúa preparándonos para el tratado que sigue al Libro I. Dice que el amor rige sobre todos los afectos. El amor antecede al deseo ya que amamos lo que deseamos. El amor precede al placer, pues ¿cómo podemos disfrutar algo que no nos proporciona placer? El amor precede a la esperanza, porque solamente esperamos el bien que amamos. El amor precede al odio porque no odiamos el mal, excepto por el amor que tenemos al bien. Y lo mismo sucede con todos los demás afectos y pasiones, que incluyen el miedo, el dolor y la alegría. Todos ellos son buenos o malos dependiendo de si el origen es bueno o malo.
Nos dice que la mayoría de los escritores primitivos declaran que el amor tiende hacia la posesión de lo que ama y eso se llama concupiscencia o deseo. Tener lo que se desea se llama alegría. El huir de lo que no se desea se llama miedo, mas si el miedo realmente se apodera de él, el amor se llama dolor. Estas pasiones son malas si el amor es malo y son buenas si el amor es bueno.
El santo dice que la doctrina Cristiana sujeta nuestra razón a Dios para que Dios pueda guiarla. La doctrina Cristiana sujeta todas las pasiones al espíritu, para poder convertirlas en virtud. En otras palabras, la voluntad transforma su condición en aquello que persigue.
Si esto es carnal, la voluntad se vuelve carnal. Si es espiritual, la voluntad se vuelve espiritual. En otras palabras, la voluntad se mueve sólo por sus afectos; el amor, siendo el primer afecto, pone en movimiento a todos los demás; de otra manera, no habría amor prohibido. Una vez que la voluntad elige amar, después de esa decisión, queda sujeta al amor. La voluntad tiene una libertad que el amor no tiene; a su placer puede rechazar su amor aplicando su entendimiento al motivo que lo hace desagradable, y entonces hacer la decisión de cambiar el objeto.
Nos dice que para hacer que el amor divino viva en nosotros, hay que matar el amor propio y si no podemos lograrlo completamente, por lo menos debilitamos el amor propio de tal manera que aunque vive, no reina en nosotros. Al abandonar el amor divino, podemos adherirnos al amor por las criaturas que es, dice el santo, “el adulterio infame de que el Divino Amante a menudo reprocha a los pecadores.”
Nos dice que la mayoría de los escritores primitivos declaran que el amor tiende hacia la posesión de lo que ama y eso se llama concupiscencia o deseo. Tener lo que se desea se llama alegría. El huir de lo que no se desea se llama miedo, mas si el miedo realmente se apodera de él, el amor se llama dolor. Estas pasiones son malas si el amor es malo y son buenas si el amor es bueno.
El santo dice que la doctrina Cristiana sujeta nuestra razón a Dios para que Dios pueda guiarla. La doctrina Cristiana sujeta todas las pasiones al espíritu, para poder convertirlas en virtud. En otras palabras, la voluntad transforma su condición en aquello que persigue.
Si esto es carnal, la voluntad se vuelve carnal. Si es espiritual, la voluntad se vuelve espiritual. En otras palabras, la voluntad se mueve sólo por sus afectos; el amor, siendo el primer afecto, pone en movimiento a todos los demás; de otra manera, no habría amor prohibido. Una vez que la voluntad elige amar, después de esa decisión, queda sujeta al amor. La voluntad tiene una libertad que el amor no tiene; a su placer puede rechazar su amor aplicando su entendimiento al motivo que lo hace desagradable, y entonces hacer la decisión de cambiar el objeto.
Nos dice que para hacer que el amor divino viva en nosotros, hay que matar el amor propio y si no podemos lograrlo completamente, por lo menos debilitamos el amor propio de tal manera que aunque vive, no reina en nosotros. Al abandonar el amor divino, podemos adherirnos al amor por las criaturas que es, dice el santo, “el adulterio infame de que el Divino Amante a menudo reprocha a los pecadores.”
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