Nota 85
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
TRUE DEVOTION TO MARY
[LA VERDADERA DEVOCIÓN A MARÍA]
Por San Luis-María Grignion de Montfort
Fue nombrado Misionero Apostólico por el Papa Clemente XI. Fundó dos órdenes, las
Hijas de la Sabiduría y los Misioneros de la Compañia de María. Traducido del francés
original por el Reverendo Frederick William Faber, D.D., un sacerdote del Oratorio.
La Devoción a María
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
TRUE DEVOTION TO MARY
[LA VERDADERA DEVOCIÓN A MARÍA]
Por San Luis-María Grignion de Montfort
Fue nombrado Misionero Apostólico por el Papa Clemente XI. Fundó dos órdenes, las
Hijas de la Sabiduría y los Misioneros de la Compañia de María. Traducido del francés
original por el Reverendo Frederick William Faber, D.D., un sacerdote del Oratorio.
La Devoción a María
El santo nos habla de una devoción que es un método perfecto para alcanzar la Unión con el Señor. Esta Unión es la perfección de la vida Cristiana. Es una vía corta en la que no hay temor de ser engañados. En esta devoción, usamos las cosas del mundo como si no las usáramos. El santo dice que esto es lo que San Pablo llama una muerte diaria. A menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, no da buen fruto. Dice que si no morimos a nosotros mismos y si nuestras devociones no nos inclinan a ello, todas nuestras buenas obras estarán manchadas de amor propio y nuestra propia voluntad; y en nuestra muerte no tendremos verdadero amor en nosotros, porque solamente es dado a quienes mueren a sí mismos.
San Luis dice que necesitamos un mediador con el Mediador Mismo y éste es su Madre y nos dice que hay una devoción verdadera a María y una devoción falsa. La falsa consiste en lo siguiente:
La oración a María sin devoción interior.
El rezo de muchos rosarios con los labios solamente.
El oír Misas con distracciones.
Participar en procesiones sin devoción.
Unirse a cofradías sin librarnos de nuestras pasiones.
Desear sólo la parte sensible de las devociones.
Pensar que estamos haciendo nada si no sentimos dulzura en nuestra devoción.
La verdadera devoción a María, nos dice, es interior con plena confianza en ella. Al rezarle, le estamos rezando a Jesús a través de ella. Cuanto más conocemos a María, tanto mejor conocemos a su Hijo. Una perfecta consagración a ella consiste en darle nuestro cuerpo con todos sus sentidos, nuestra alma con todas sus facultades, nuestros bienes exteriores, nuestros bienes espirituales, nuestros méritos, virtudes y buenas obras. Le damos todas nuestras buenas acciones que satisfacen por la pena debida al pecado. Le damos todo lo que sufrimos y hacemos esta devoción de acuerdo a nuestro estado de vida.
Esta devoción no nos impide el rezar por otros, aunque María es libre de aplicar las oraciones a quien ella lo desee y, de esta manera, amamos a nuestro prójimo. Hacemos un sacrificio completo de nosotros mismos. Todo lo que hacemos, aún sin pensarlo, lo hacemos en virtud de nuestro ofrecimiento. Se hace a Jesús por María. Es por María solamente que el Hijo dispensa sus dones y favores. De esta manera, ya no confiamos en nuestras propias disposiciones, intenciones, méritos, virtudes y obras, habiéndolas dado todas a Jesús a través de su Santa Madre. El santo dice que ahora tenemos un tesoro donde todos nuestros bienes están guardados y ese tesoro es María. Ella los presenta a Jesús porque no guarda nada para ella misma; todo lo que ella hace es para la gloria de Dios.
San Luis dice que necesitamos un mediador con el Mediador Mismo y éste es su Madre y nos dice que hay una devoción verdadera a María y una devoción falsa. La falsa consiste en lo siguiente:
La oración a María sin devoción interior.
El rezo de muchos rosarios con los labios solamente.
El oír Misas con distracciones.
Participar en procesiones sin devoción.
Unirse a cofradías sin librarnos de nuestras pasiones.
Desear sólo la parte sensible de las devociones.
Pensar que estamos haciendo nada si no sentimos dulzura en nuestra devoción.
La verdadera devoción a María, nos dice, es interior con plena confianza en ella. Al rezarle, le estamos rezando a Jesús a través de ella. Cuanto más conocemos a María, tanto mejor conocemos a su Hijo. Una perfecta consagración a ella consiste en darle nuestro cuerpo con todos sus sentidos, nuestra alma con todas sus facultades, nuestros bienes exteriores, nuestros bienes espirituales, nuestros méritos, virtudes y buenas obras. Le damos todas nuestras buenas acciones que satisfacen por la pena debida al pecado. Le damos todo lo que sufrimos y hacemos esta devoción de acuerdo a nuestro estado de vida.
Esta devoción no nos impide el rezar por otros, aunque María es libre de aplicar las oraciones a quien ella lo desee y, de esta manera, amamos a nuestro prójimo. Hacemos un sacrificio completo de nosotros mismos. Todo lo que hacemos, aún sin pensarlo, lo hacemos en virtud de nuestro ofrecimiento. Se hace a Jesús por María. Es por María solamente que el Hijo dispensa sus dones y favores. De esta manera, ya no confiamos en nuestras propias disposiciones, intenciones, méritos, virtudes y obras, habiéndolas dado todas a Jesús a través de su Santa Madre. El santo dice que ahora tenemos un tesoro donde todos nuestros bienes están guardados y ese tesoro es María. Ella los presenta a Jesús porque no guarda nada para ella misma; todo lo que ella hace es para la gloria de Dios.
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