Nota 109
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
MANUAL FOR INTERIOR SOULS
[MANUAL PARA LAS ALMAS INTERIORES]
Por Nicholas Grou, S.J.
Fue un maestro clásico en la Universidad de La Flèche, en la parte occidental
de Francia. Editado e introducido por el Reverendo Donal O’Sullivan, S.J.
Hablando con Dios
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
MANUAL FOR INTERIOR SOULS
[MANUAL PARA LAS ALMAS INTERIORES]
Por Nicholas Grou, S.J.
Fue un maestro clásico en la Universidad de La Flèche, en la parte occidental
de Francia. Editado e introducido por el Reverendo Donal O’Sullivan, S.J.
Hablando con Dios
Este autor nació en Calais en 1731. Entró al noviciado de la Sociedad de Jesús cuando tenía quince años. En 1770, se entregó completamente a Dios y recibió el don de la presencia habitual de Dios. La introducción a este libro nos dice que él fue uno de los muchos escritores notables que han salido de la Orden Jesuita a través de los siglos, siguiendo las tradiciones del misticismo según ha sido entendido siempre por la Iglesia.
Este santo sacerdote nos dice que debemos amar a Dios hablando siempre con El, y ser dóciles a los impulsos del Espíritu Santo. No podemos esperar que el Espíritu Santo nos inspire en el momento de la oración si no le ponemos atención en otras ocasiones. Nos sugiere elegir un versículo de los Evangelios, alimentarnos de él, hacer preguntas al respecto, digerirlo y luego hacerlo todo otra vez. Dice que esto nos dispone insensiblemente al recogimiento interior. Nos dice que no debemos pensar en lo que hemos dicho o escuchado sino que olvidemos lo que ya ha pasado, ni debemos complacer nuestra imaginación reflexionando sobre el futuro. No debemos ocuparnos con pensamientos inútiles; Dios no puede hacer oír su voz en un alma tan disipada. Nos dice que no es fácil controlar la imaginación y traerla de vuelta al momento presente a causa de todos los pensamientos pasajeros que pasan por la mente, pero podemos impedir que la mente se fije en ellos. Dice que es el único medio por el que podemos obtener el silencio interior perfecto, que nos prepara para una comunión estrecha con Dios.
Este santo escritor nos dice que debemos retirarnos del mundo en todo lo posible, y romper lazos inútiles que están conectados solamente a la diversión. Dice que cuando por necesidad nos asociamos con el mundo y nos fortalecemos contra sus seducciones, nos conformamos algún tanto a su vida. Dice que lo hacemos para complacer a otros o por dejarnos llevar contra nuestra voluntad. Terminamos por excusar algunas cosas que los demás hacen, las cuales Dios condena definitivamente y lo hacemos porque no queremos parecer diferentes de quienes se oponen a las máximas del Evangelio.
Cuando practicamos todas estas virtudes, nos dice, somos conducidos a la Oración de Quietud en la cual sentimos la presencia de Dios y que nos conduce a grados más altos. Eventualmente nos encontramos perdidos en Dios. Ya no podemos determinar en qué grado estamos ni en dónde nos encontramos con El. Ya no reflexionamos sobre nosotros mismos porque ya no miramos dentro de nosotros. Nos abandonamos enteramente a la dirección de Dios quien entonces nos conduce por grados, silenciosamente, en este extravío donde ya no hay ningún sentimiento dentro de uno. Cuanto más espiritual, tanto menos lo pueden detectar los sentidos. Entonces, al no encontrar recursos en nosotros o en nadie más, nuestra confianza se establece en Dios sólo. Ahora podemos decir, “Haz conmigo lo que quieras.” Este acto de resignación es muy agradable a Dios y muy bueno para el alma.
Este santo sacerdote nos dice que debemos amar a Dios hablando siempre con El, y ser dóciles a los impulsos del Espíritu Santo. No podemos esperar que el Espíritu Santo nos inspire en el momento de la oración si no le ponemos atención en otras ocasiones. Nos sugiere elegir un versículo de los Evangelios, alimentarnos de él, hacer preguntas al respecto, digerirlo y luego hacerlo todo otra vez. Dice que esto nos dispone insensiblemente al recogimiento interior. Nos dice que no debemos pensar en lo que hemos dicho o escuchado sino que olvidemos lo que ya ha pasado, ni debemos complacer nuestra imaginación reflexionando sobre el futuro. No debemos ocuparnos con pensamientos inútiles; Dios no puede hacer oír su voz en un alma tan disipada. Nos dice que no es fácil controlar la imaginación y traerla de vuelta al momento presente a causa de todos los pensamientos pasajeros que pasan por la mente, pero podemos impedir que la mente se fije en ellos. Dice que es el único medio por el que podemos obtener el silencio interior perfecto, que nos prepara para una comunión estrecha con Dios.
Este santo escritor nos dice que debemos retirarnos del mundo en todo lo posible, y romper lazos inútiles que están conectados solamente a la diversión. Dice que cuando por necesidad nos asociamos con el mundo y nos fortalecemos contra sus seducciones, nos conformamos algún tanto a su vida. Dice que lo hacemos para complacer a otros o por dejarnos llevar contra nuestra voluntad. Terminamos por excusar algunas cosas que los demás hacen, las cuales Dios condena definitivamente y lo hacemos porque no queremos parecer diferentes de quienes se oponen a las máximas del Evangelio.
Cuando practicamos todas estas virtudes, nos dice, somos conducidos a la Oración de Quietud en la cual sentimos la presencia de Dios y que nos conduce a grados más altos. Eventualmente nos encontramos perdidos en Dios. Ya no podemos determinar en qué grado estamos ni en dónde nos encontramos con El. Ya no reflexionamos sobre nosotros mismos porque ya no miramos dentro de nosotros. Nos abandonamos enteramente a la dirección de Dios quien entonces nos conduce por grados, silenciosamente, en este extravío donde ya no hay ningún sentimiento dentro de uno. Cuanto más espiritual, tanto menos lo pueden detectar los sentidos. Entonces, al no encontrar recursos en nosotros o en nadie más, nuestra confianza se establece en Dios sólo. Ahora podemos decir, “Haz conmigo lo que quieras.” Este acto de resignación es muy agradable a Dios y muy bueno para el alma.
Derechos de Autor, Copyright © 2015 & 2016