Nota 89
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
THE GRACES OF INTERIOR PRAYER
[LAS GRACIAS DE LA ORACIÓN INTEIOR]
Por A. Poulain, S.J.
El Papa Pio X se gozó en esta publicación provechosa para ayudar a las
almas en busca de la perfección. Traducida de la sexta edición por Leonora
L. Yorke Smith, con correcciones de acuerdo a la décima edición francesa.
La Noche Pasiva del Sentido
Notas de Ella Boudreaux Mayo tomadas de
THE GRACES OF INTERIOR PRAYER
[LAS GRACIAS DE LA ORACIÓN INTEIOR]
Por A. Poulain, S.J.
El Papa Pio X se gozó en esta publicación provechosa para ayudar a las
almas en busca de la perfección. Traducida de la sexta edición por Leonora
L. Yorke Smith, con correcciones de acuerdo a la décima edición francesa.
La Noche Pasiva del Sentido
El autor nos dice que este estado de oración es la purgación de los sentidos por Dios mismo y es la puerta que se abre a la contemplación infusa. Sin embargo, dice, es un estado de sufrimiento por sequedad en diferentes grados de intensidad. Por lo general, es muy amarga y dolorosa a la naturaleza humana, porque Dios nos está quitando nuestros asimientos a las pasiones (temor, dolor, esperanza, gozo y amor) y el apego al ver, oír, tocar, oler y gustar. Está preparando al espíritu para que sea aceptable al amor Divino, alejando nuestro corazón de estos apegos. Está completando lo que iniciamos en la Primera Noche del Sentido.
Dice que Dios hace esto independientemente de nuestra voluntad. La imaginación no actúa en absoluto, excepto por las distracciones y no aprendemos nada nuevo en esta memoria persistente de Dios, que es tan simple que ya no puede ser simplificada más. El autor dice que este recuerdo de Dios es lo único que escapa a la impotencia de la sequedad. Tenemos sequedad a la hora de la oración y durante el día cuando tratamos de recogernos. No tenemos inclinación a razonar. La mente no puede persistir en una idea ni explayarse sobre la pasión de Cristo. Como es contra la naturaleza humana que la mente siga retornando a este confuso, árido y desagradable ejercicio, sabemos que no viene de nosotros. El autor dice que es prueba de que Dios nos ha hecho avanzar un poco más, ya que esto nunca nos sucedió en la Primera Noche del Sentido. Tenemos un gran anhelo por Dios que nunca se satisface. Esta sequedad prueba nuestra paciencia y el demonio intenta sus propios trucos.
El autor dice que cuanto antes aceptemos esta condición de sequedad, tanto más pronto puede Dios plantarse en la tierra de nuestra alma, que ha estado preparando para sí mismo. Aquí recibimos algo que sólo puede conocerse por sus efectos y que es la fuerza que el alma siente, y es el comienzo de la contemplación.
Una vez que nuestra alma está preparada para su venida, avanzamos al estado místico, que Santa Teresa de Avila llama, “Oración de Quietud.” Y aún aquí, al principio podemos no reconocer su presencia, por ser tan espiritual y delicada. Sin embargo, en este grado, su presencia se hace más y más fuerte. Mientras tanto, dice el autor, no debemos sumergirnos en alguna actividad para escapar del tedio de nuestro desierto interior y debemos reservar una mayor porción de nuestro tiempo para nuestra vida espiritual y no huir de este purgatorio interior, donde nuestras facultades desean estar ocupadas en movimiento, pero están inertes. Si resistimos esta acción de la gracia, nuestra alma perderá una gracia muy grande, pues si no tenemos nuestro Purgatorio aquí, lo tendremos después de muertos, por el fuego.
Dice que Dios hace esto independientemente de nuestra voluntad. La imaginación no actúa en absoluto, excepto por las distracciones y no aprendemos nada nuevo en esta memoria persistente de Dios, que es tan simple que ya no puede ser simplificada más. El autor dice que este recuerdo de Dios es lo único que escapa a la impotencia de la sequedad. Tenemos sequedad a la hora de la oración y durante el día cuando tratamos de recogernos. No tenemos inclinación a razonar. La mente no puede persistir en una idea ni explayarse sobre la pasión de Cristo. Como es contra la naturaleza humana que la mente siga retornando a este confuso, árido y desagradable ejercicio, sabemos que no viene de nosotros. El autor dice que es prueba de que Dios nos ha hecho avanzar un poco más, ya que esto nunca nos sucedió en la Primera Noche del Sentido. Tenemos un gran anhelo por Dios que nunca se satisface. Esta sequedad prueba nuestra paciencia y el demonio intenta sus propios trucos.
El autor dice que cuanto antes aceptemos esta condición de sequedad, tanto más pronto puede Dios plantarse en la tierra de nuestra alma, que ha estado preparando para sí mismo. Aquí recibimos algo que sólo puede conocerse por sus efectos y que es la fuerza que el alma siente, y es el comienzo de la contemplación.
Una vez que nuestra alma está preparada para su venida, avanzamos al estado místico, que Santa Teresa de Avila llama, “Oración de Quietud.” Y aún aquí, al principio podemos no reconocer su presencia, por ser tan espiritual y delicada. Sin embargo, en este grado, su presencia se hace más y más fuerte. Mientras tanto, dice el autor, no debemos sumergirnos en alguna actividad para escapar del tedio de nuestro desierto interior y debemos reservar una mayor porción de nuestro tiempo para nuestra vida espiritual y no huir de este purgatorio interior, donde nuestras facultades desean estar ocupadas en movimiento, pero están inertes. Si resistimos esta acción de la gracia, nuestra alma perderá una gracia muy grande, pues si no tenemos nuestro Purgatorio aquí, lo tendremos después de muertos, por el fuego.
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